Diálogo con Dios y eternidad

Para los que creemos en Dios, es fundamental el diálogo permanente con Él, sea en forma directa o a través de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Ese diálogo es una parte de lo que se llama la oración. Digo una parte, porque al orar, pedimos algo o agradecemos algo (o ambas cosas a la vez) a Dios y a Jesús. La otra parte de la oración es, en realidad, una contraparte : es la respuesta de Dios y Jesús. Esta respuesta es, a veces, la parte mas difícil de reconocer, primero porque somos humanos y -como tales- falibles e imperfectos, y segundo porque puede venirnos por muy diferentes vías, lo que -unido a lo anterior- hace dificultoso darnos cuenta de cuando estamos ante una verdadera respuesta de la divinidad.

A veces Dios y Jesús nos responden por vía mental, a través de pensamientos inspiradores, que frecuentemente confundimos con ideas originales, pero que -en rigor- no lo son. O en parte lo son, pero inspiradas por Dios (en adelante incluyo dentro de este nombre a Jesús que -obviamente- es Dios).

Estoy convencido que todo pensamiento bueno o buena idea es por inspiración divina. Por el contrario, todo pensamiento o idea malo es de origen diabólico. Lo mismo con los hechos, a veces consecuencias de unos y otros pensamientos.

Pero hay que hacer una salvedad respecto de ideas que no son buenas porque son erróneas y no necesariamente maléficas, en el sentido que no están inspiradas en la intención de dañar a nadie. Estas son las típicamente humanas, creemos. Y lo son, por obra de nuestra imperfección, la que perdimos el día de la Caída. Claro que, según el Génesis, en su origen, aquella Caída fue también consecuencia de la tentación diabólica. Como producto de esta clase de ideas, a veces nos estancamos y no mejoramos. En otras oportunidades lo hacemos, pero lentamente. No obstante, si lo deseamos podemos pedir claridad, orientación y ayuda a Dios y a Jesús, y en esto consiste también la oración.

Otras veces, la respuesta divina viene por medio de otras personas, o por intermedio de hechos o sucesos, a través de los cuales Dios nos está enseñando. Y quizás esta es la manera mas difícil de darnos cuenta que, lo que esas personas nos dicen o hacen es la forma que Dios ha elegido para contestarnos, mostrarnos, o bien enseñarnos algo nuevo (para hacer o no hacer), o advertirnos de algo para evitar un mal, consejos todos que siempre serán fructíferos para nosotros, o -tal vez- para tener la oportunidad de brindarle un servicio al prójimo necesitado.

También creo que ni Dios ni Jesús dejan ninguna pregunta nuestra sin respuesta, sino que, nuevamente, si creemos no haber tenido respuesta, no fue porque no la hubo, sino porque nosotros no pudimos reconocerla, dada nuestra limitación humana y condición falible. Nuestro trabajo, en este sentido, consiste en perfeccionarnos en la tarea de tratar de descubrir lo que Dios y Jesús han querido decirnos o respondernos. Otras veces, sentimos positivamente que hemos sido respondidos, pero no alcanzamos a interpretar correctamente la respuesta. Es como que la vemos a medias, o nebulosamente. También esto requiere un trabajo idéntico y constante de nuestra parte para darnos cuenta.

Pero podemos estar seguros que ni Dios ni Jesús nos darán ningún consejo que implique un mal para nosotros ni para otros. Cualquier error o mala interpretación en ese sentido, siempre correrá por cuenta nuestra en virtud de nuestra falibilidad.

Nada es eterno, excepto la vida eterna.


Jesús vino al mundo para darnos la vida eterna, pero este dar no es una imposición sino una elección. Nuestro Señor Jesucristo nos ofrece la vida eterna. En nuestras manos esta el aceptarla o rechazarla. Fuera de la vida eterna nada es eterno. Siendo un concepto cuantitativo, eterno puede significar tanto *sin cantidad definida o limitada* como *cantidad ilimitada*. Ambas expresiones trasmiten la misma idea o noción.

El requisito para obtener esta vida eterna es simplemente creer en Él. En esto consiste la salvación. Y solo El es nuestro Salvador.

Jesús aclaró que esa vida eterna que nos ofrece ,la tengamos en abundancia :


Jua_10:10 El ladrón sólo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.


Y nos dice el comentarista :

"vida…en abundancia. Jesús está describiendo algo más que existencia biológica. La vida en abundancia habla de una vida que en su totalidad depende de la provisión y protección del Pastor. Jesús se identifica con el Señor y el Pastor mesiánico (Sal 23:1; 80:1–2; Is 40:11; Jer 31:10; Ez 34:23–24; 37:24). Pero a diferencia de los pastores palestinos que en raras ocasiones darían su vida, el propósito de Jesús fue dar su vida en expiación por los pecados y ofrecer salvación (cp. Mt 20:28; Gá 1:4; 1 Ti 2:6; 1 P 2:24; 1 Jn 2:2)."

La vida es la vida eterna, y la abundancia se refiere a la calidad de esa vida. Que incluye la biológica.

Sólo en Dios y en Nuestro Señor Jesucristo podemos confiar.


En ningún ser humano podemos depositar nuestra confianza porque son seres falibles. Solo Dios y Jesús son infalibles. Ergo, solo en Dios y Jesús podemos confiar. Ellos nunca fallan.

Naturalmente, esta abierta al hombre la opción de :
  1. No confiar ni en los hombres ni en Dios.
  2. Confiar en otros hombres y no en Dios.
  3. La de confiar en ambos : en los hombres y en Dios.
  4. O, la de hacerlo solamente en Dios.
Nuestra opción es la cuarta, sin duda. Descartamos de plano las opciones 1 y 2, y en cuanto a la 3, creemos que conduce a muchas frustraciones, además de no ser algo querido por Dios ni por Jesús. Esto último es -a su vez- lo que juzgamos el origen de esas frustraciones : no depositar enteramente nuestra confianza en Dios y Jesús.

¿Y que hay de la confianza en si mismo de la que tanto se habla?. En principio, este es un concepto relativo exclusivamente a los hombres entre si. E, indudablemente, lo realmente sano es confiar en uno mismo antes que en otras personas (por muy cercanas y queridas que sean).

Por lo demás, Dios puso ciertas potencialidades en nosotros que son exclusivamente nuestras y de nadie mas en el mundo. Si Dios las puso en nosotros, es para que las cultivemos y perfeccionemos. Si no, no lo hubiera hecho.

Pero uno no puede confiar mas en uno mismo que en Dios. Porque si no confiamos en Dios importa que nos estamos enfrentando con El. Y esto nos parece decididamente mal. No hay que minusvalorarse en relación a nuestros semejantes, lo que no debe confundirse con la arrogancia o la soberbia.

Pero, claro esta, no confiar en los hombres no nos autoriza a tratarlos mal, sino con cautela, mas o menos extrema , la que -en rigor- consiste en no cifrar en ellos mayores expectativas, que superen las que un simple ser humano puede ofrecer. Una desconfianza absoluta nos llevaría al aislamiento total. Una desconfianza prudente (dependiendo de cada persona) es mas saludable. Implica estar atentos y vigilantes para prevenir daños o excesos del prójimo. A veces, nos quieren hacer un bien y terminan haciéndonos un mal. Recordemos que nadie -sino solo Dios y Jesús- nos conoce totalmente. Ni siquiera nosotros a nosotros mismos.

No confiar no implica dejar de lado el mandato supremo "Ama a tu prójimo como a ti mismo" porque no se nos obliga a confiar, sino a amar, en el sentido mas amplio que puede tener y, en rigor, tiene este último término. Confiar implica esperar algo de otro/a, en tanto que amar es un dar, que no depende de nada que otro/a nos de o devuelva a cambio. Tampoco amar implica un dar material (aunque de ningún modo lo excluye). En cambio, puede ser un dar espiritual, como afecto, benevolencia, buena voluntad, bien querer, buenos deseos, simpatía, etc. y -repetimos- no excluye también un dar material (pero no lo exige). Aunque somos conscientes que el vocablo "amor" se concibe generalmente -hoy en día- en términos materialistas y -muchas veces- en exclusivamente materialistas.

Claro que se puede amar y esperar recibir a cambio amor, fidelidad, buen trato, palabras dulces, regalos materiales o lo que fuere del ser amado. Pero ese esperar no es amor, sino la confianza de la que hablamos antes. Confianza en que recibiremos o que -al menos- nuestro ser amado nos debe algunas de esas cosas, o todas ellas. Eso no es amor, sino simplemente confianza, aunque suele confundírsela con el amor.

Solamente en Dios y Jesús podemos confiar plenamente y amarlos al mismo tiempo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario